Fue como contemplar una juerga entre amigos. Igual que ser espectador de la noche de fiesta de una cuadrilla que tiene sus bromas privadas, que se conocen entre ellos y disfrutan de una afición (en este caso profesión) común. A nadie le importó. Parte de la felicidad dicen que es ver felices a otros. Pero era un duelo entre cocineros participantes en el concurso de Antena 3 Top Chef que llenó hasta la bandera el Fórum en la última jornada del Devora Burgos. Los burgaleses tienen afición por la gastronomía, por lo que se ve, y adoran como a auténticas estrellas de rock a los que llevan mandil. No a todos, ojo, parece que salir en la tele tiene mucho que ver. Tanto, que la entrada en el escenario de los chef fue de traca: solo Mick Jagger, Lina Morgan y otras divas como ellas conocen la sensación de bajar unas escaleras entre semejante alborozo del respetable. No es extraño, pues, que parte del público fueran niños que están deseando hacerse mayores para darlo todo en los fogones. Tres de ellos tienen parte del camino hecha. En un momento de la velada de anoche se dieron a conocer los ganadores del PequeChef, que fueron, en este orden Ángela Alonso -que triunfó con  sus albóndigas ‘a las dos abuelas’- Cristina Peña y Daniel Solana.

Así que, con las fans rendidas, los nuevos líderes sociales se pusieron a lo suyo, a disfrutar.  Antonio Arrabal, Miguel Cobo, Begoña Rodrigo, Hung Fai y Antonio Canales, de la primera edición de Top Chef, iban con chaquetilla negra, mientras que Fran Vicente, Javier García Peña, Teresa Gutiérrez, Carlos Medina y Pablo González, vestían de blanco. Dirigía la, por momentos, caótica orquesta Gerardo Mateo, que no daba abasto entre poner firmes a Cobo -que parecía que se había caído en una marmita de café negro de Colombia y publicitaba cada dos por tres el nuevo restaurante que va a abrir-, hablar con todos los participantes, vacilar al jurado, hacer guiños al público y hasta ir al ‘confesionario’, que le había, como en Gran Hermano. Y todo sin perder la calma y el buen rollo.

El olor de los guisos llegaba hasta la última fila del auditorio. Pero no era cualquier fritanga: eran las esencias de flores de aguacate, tartar de gambas, salsas de coco y apio,  raviolis con encurtidos de algas y cebolla, geles de mango y limón, yogur de pepino y lima, cigalas con curry verde, consomés de morcilla, merluzas confitadas, tempuras de cebolla y otras gollerías en las que se afanaban las nuevas estrellas televisivas. Para que luego vengan los eruditos y nos digan que donde estén unos garbanzos que se quite todo.

Todos lo pasaron fenomenal. El que más, ya está dicho, Miguel Cobo, que hasta saludó a su madre y le tiró un beso desde el escenario y comentó, a voces, que Gerardo Mateo era, cito textual, «el puto amo» (recuerden que aquello era un Resacón en las Vegas a la burgalesa). Antonio Arrabal, con mucha más mesura, también iba y venía por el escenario que más parecía el camarote de los Hermanos Marx y hubo un numerito final porque uno de los cocineros llamó ‘abruptos’ a los burgaleses pero sin querer. Le hicieron pedir perdón tantas veces que al final hasta le pintaron un ‘I love Burgos’ en la espalda de su chaquetilla. El Fórum se venía abajo.

Al final la cosa quedó como sigue: los de la chaquetilla negra (Arrabal, Cobo y demás chef del primer programa)presentaron cigala con aceite de limón emulsionado y caldo de conejo reducido con patata de Burgos, morcilla, setas y Pedro Ximénez. Los de blanco, ravioli de gamba nitrogenada con ostra y mango y consomé de  morcilla, merluza confitada y falsa piel de morcilla con pimientos asados. El jurado optó por los primeros, a pesar de prometer por el Niño Jesús que la cosa había estado «peleadísima» y que en todos los platos y a cada bocado habían apreciado el «sentimiento y corazón» de sus autores. Los ganadores se abrazaron en modo melé de rugby como si no hubiera un mañana. Viva Burgos.